sábado, 10 de enero de 2009

criticas sobre otelo






Diario La Razon:

Pepe Cibrián Campoy regresó ayer a los escenarios del teatro El Nacional (Corrientes 968) con una versión de "Otelo", un musical con melodías de Angel Mahler y el protagónico de Juan Rodó. Se trata de una superproducción musical que reúne a 80 personas en escena, entre artistas, músicos, creativos y técnicos.El estereotipo de Otelo habla de esta obra como una tragedia sobre los celos. Sin embargo, Cibrián quiso darle otro matiz y ubicó el foco en la traición, en una versión libre sobre la obra de William Shakespeare. En dos actos y 150 minutos de pura música, sin intervenciones habladas, la traición es el tema principal. "Yago es un hijo que se siente traicionado cuando su 'padre', Otelo, lo abandona por Casio. Así surge una especie de Caín y Abel", explica Cibrián quien junto a su socio Mahler tienen en su haber obras como "Calígula", "Mágico Burdel", "Divas", "Los Borgia", "Las invasiones inglesas", "Drácula", "El jorobado de París 1 y 2", "El Rey David", "Las mil y una noches", "Cleoplatra", "El fantasma de Canterville", "Aquí podemos hacerlo" y "El retrato de Dorian Gray", entre otras."Otelo" es una tragedia romántico-musical. Es una concepción estética diferente en donde los espacios se llenan con telas mágicas, proyecciones, películas y luces encandilantes que muestran fuegos de artificios. Con un elenco de voces majestuosas acompañados por una gran orquesta en vivo dirigida por Angel Mahler en persona. Una pieza que habla de traiciones, vanidades, de ceguera, de la brutal decisión de obtener algo en donde todos los medios justifican ese fin.

Diario Clarin

El musical de los celos y la traición Fiel a un estilo, la puesta del clásico de Shakespeare de Pepe Cibrián Campoy y Angel Mahler, dura tres horas. Hay rigor, talento y una gran producción. Una versión libre y musical de Otelo, que modifica la historia concebida por Shakespeare y agrega personajes, acaba de estrenarse en el teatro El Nacional. Una auténtica superproducción, que transforma un escenario despojado -en el que entran y salen algunos escasos elementos para construir los diversos espacios- en un ámbito desbordante de personajes, historias, intrigas y bailes. Pepe Cibrián Campoy escribió, dirigió y diseñó las coreografías del espectáculo. Angel Mahler compuso la música original y dirige la orquesta. Llevan 25 años trabajando juntos y sin dudas, la dupla imprime a sus puestas un sello propio, fácilmente reconocible. Las obras de Cibrián-Mahler cuentan con elencos numerosos, trajes fastuosos, actores (en su mayoría) desconocidos y despliegues ambiciosos. Este libro, basado en un clásico, no cambia la esencia del texto original: los celos y la traición como ejes temáticos alrededor de los cuales todo gira; y un final, por supuesto, trágico. La historia transcurre en el siglo XVI, en Venecia. Comienza con la llegada de Otelo al Palacio Ducal, luego de haber conquistado Chipre.
Esta versión agregó el personaje de Bianca, como amante de Otelo -con el fin de lograr que se case con ella, hace creer al moro que espera un hijo de él-, a Leticia, nodriza de Bianca, a Mariselda, hermana de Desdémona, a cardenales, curas y a un carnaval veneciano que aporta color y brillo a la puesta. El protagonista es un artista que logró fama y reconocimiento gracias a Drácula, también de Cibrián-Mahler, y que ha actuado en varias obras de la dupla. Con maquillaje negro, y peinado y traje moriscos, el barítono Juan Rodó compone a su criatura, que tiene enorme presencia a lo largo de las tres horas de espectáculo. Lo hace con convicción y luce su buena voz. En un elenco bastante parejo, se destacan Daniel Vercelli, quien da vida a Casio, y Lorena García Pacheco, que compone a Bianca con gran desenvoltura. Mercedes Benítez, como Leticia, también merece ser destacada. Diego Duarte Conde interpreta a Yago, el emblemático personaje creado por el dramaturgo inglés. La escenografía y el vestuario están a cargo de René Diviú. En esta ocasión, una inmensa pantalla cubre el fondo del escenario y en ella se proyectan algunas, pocas, imágenes que acompañan a distintas escenas. Rigor, talento y una gran producción se conjugan en Otelo y el resultado es una obra interesante, que capta sin dificultades el interés de la platea y que lleva muy bien la trama, aunque le falta síntesis. Dos actos -separados por un intervalo de diez minutos-, que podrían resumirse en menor duración.
Con orquesta en vivo, Otelo es una puesta operística, con la estética que a lo largo de un cuarto de siglo han consolidado Cibrián-Mahler y que cuenta con fanáticos seguidores.

No hay comentarios: